Los vicios en la conducción son una gran fuente de averías. Descubre qué hábitos dañan y son frecuentes en un coche manual
Los malos hábitos propios de la conducción al pasar de un coche manual a un vehículo de marchas automáticas y las averías que comportan. Estos malos hábitos que producen desgaste y roturas no son propios únicamente de pasar de un modelo de conducción a otro o exclusivos de los coches que poseen mayores automatismos.
Así, aquellos que siempre han conducido siempre un coche de “cambios clásicos” pueden caer en los mismos errores o en otros incluso más dañinos por viciarnos en posturas y acciones que dañan notablemente el embrague y otros componentes que actúan desde la palanca de cambios. ¿Cuáles son estas manías en las que suelen caer los conductores de coches de cambios manuales?
>No forzar la conducción en la marcha más larga posible
Los consejos que se dan para fomentar una conducción eficiente, -una conducción que reduzca el consumo a la par que cuida del motor y de los componentes-, son muy recomendables y realmente pueden ayudar a ahorrar combustible y alargar la vida útil de nuestro vehículo, pero no nos debemos olvidar que lo que debe primar al volante siempre es el sentido común.
Así, una de las normas que decreta la conducción eficiente es que siempre se circule en la marcha más larga posible. Eso sí, (y ahí es donde entra en juego nuestro sentido común) hay que enfatizar que para hacer válida esta máxima, debemos recalcar el “posible”.
Si nos limitamos a conducir en la marcha más larga en cualquier circunstancia estaremos forzando desde la junta de culata, los casquillos de bancada y el pie de biela, hasta el cilindro, a lo que debemos sumar la válvula EGR si nuestro coche es diésel. Averías que nos pueden suponer hasta 3.000 euros de desembolso por querer subir desniveles en quinta marcha con el acelerador a fondo.
>Conducir con la mano en la palanca de cambios
Es el clásico entre los clásicos de los malos hábitos ante un coche de cambio manual: vamos conduciendo y, por estar más alertas o por simple comodidad, usamos la pa
lanca como apoyo de la mano derecha, ejerciendo presión constantemente sobre ella.
Este gesto que nos puede parecer inocente (incluso teniendo el codo apoyado en el reposabrazos) supone que los mecanismos internos de la caja de cambios se vean constantemente presionados, acusando desgaste prematuro y provocando holguras en los rodamientos o sincronizadores.
Estas pequeñas pero constantes acciones acabarán por provocar vibraciones y desincronización entre los engranajes, con el trágico desenlace de que las marchas no entren de forma correcta o se salgan de su posición.
>No dejar el punto muerto en semáforos
Y si nos cuesta evitar que nuestra mano derecha se coloque sobre la palanca, nuestra manía de reposar el pie sobre el pedal de embrague no iba a ser distinta. Es otro de los grandes clásicos de malos hábitos al volante: dejar el embrague pisado en paradas como las que suceden con el rojo de los semáforos.
Las consecuencias de lo que esta acción conlleva son similares a las vistas con la palanca: ejercemos una fuerza innecesaria sobre el sistema que se traduce en fricciones y rozamientos sobre el disco y las piezas que actúan sobre él. Algo que se puede evitar fácilmente si ante una parada del vehículo dejamos el coche en punto muerto.
>Usar el embrague cuando no se cambia de marcha
En sintonía también con el anterior punto, debemos grabarnos a fuego que el embrague no es un reposapiés.
Solo debemos usar el embrague cuando se produce un cambio de marchas, y pisándolo a fondo para luego soltarlo de forma progresiva.
Esto quiere decir que toda mínima fricción o apoyo durante cualquier momento en el que elcoche esté en marcha o parado, resulta totalmente innecesario, improductivo y dañino.