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Hoy tenemos una pequeña nota que actualiza los conocimientos sobre esta operación que hace parte de la sincronización.


 

En la realidad de hoy esta operación que hacía parte esencial de la sincronización de un motor y requiere buen conocimiento de los tiempos de repartición y el orden para hacerlo, no ha desaparecido. Pero ahora se realiza de forma automática gracias a que la mayoría de los motores tienen impulsadores hidráulicos que manejan el juego que existe cuando la válvula está fría y luego mantienen la distancia en caliente.

La razón para que se requiera esta operación es que las válvulas de admisión y escape están sometidas a las temperaturas de la cámara de combustión, por lo tanto se dilatan. Por su forma y diseño, ese aumento de tamaño se traslada al largo del vástago sobre el cual se hace la acción de la apertura mediante la comunicación del perfil del eje de levas.

En los sistemas puramente mecánicos, entre la cabeza de la válvula y el balancín que la mueve hay un espacio ajustable que requiere revisión periódica para garantizar que la válvula haga todo su recorrido y haya el mejor flujo de mezcla fresca y de salida y el sello perfecto cuando hay compresión. Hay medidas exactas para esa tolerancia, tanto si se hace en frío como en caliente.

Los impulsadores hidráulicos suplen ese ajuste, pues son una especie de amortiguador que se carga con la presión de aceite del motor y empujan la válvula para su cierre, pero también  su dilatación. Esas son unidades que no requieren servicio, por ello el tema de la calibrada de válvulas es poco común hoy en los motores modernos.

Se agrega que cuando un motor tiene 16, 24 o 32 válvulas esa tarea sería sumamente dispendiosa y susceptible de errores, por lo cual los fabricantes pasan todo al mecanismo hidráulico.

 

Claro, todavía hay máquinas nuevas que requieren la calibración de las válvulas, algunas con un complejo procedimiento de insertar monedas de medidas de grosores variables entre el eje de levas y la válvula, pero es un proceso en desuso y, obvio, en motores tradicionales llamados ‘varilleros’ meterle mano a este ajuste es algo que se necesita al menos cada 15.000 kilómetros.


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